Presentación

El observatorio político de la realidad social nace como respuesta a la necesidad de construir nuevos espacios de democratización del conocimiento, la información y el debate político, social y cultural. Somos un colectivo que revindica la política, el saber, el trabajo, la organización y la militancia, y nos convocamos para entender, proponer, difundir, y apoyar los hechos y las transformaciones que atraviesan a nuestro país y toda la región Latinoamericana. Somos hijos del proyecto político que comenzara en Mayo del 2003 y herederos de todas las corrientes nacionales y populares, latinoamericanas, justas y soberanas.

Realizamos jornadas de discusión de la actualidad en centros culturales, escuelas, universidades y centros vecinales. Organizamos actividades de formación y discusión abierta sobre diferente dimensión de la realidad social, política y cultural, con invitados y especialistas de diferentes áreas, además de responsables del poder legislativo y ejecutivo tanto a nivel nacional como local como mecanismos de articulación con la implementación de políticas publicas.

Parte de nuestro trabajo es la edición de una revista digital, SABER MILITANTE, de contenido abierto donde renunciamos a cualquier derecho de autoria, pero sino nos responsabilizamos absolutamente por toda su línea política y contenido. Observamos, debatimos y estudiamos colectivamente distintos procesos de la realidad social de forma sistemática, producimos documentos de exploración, difusión, denuncia, debate y propuestas para cada una de los temas que trabajamos mensualmente. Revindicamos las practicas formales de rigor emperico y académico, pero renunciamos a todo academismo, su consecuente lógica de producción, difusión y acceso al conocimiento.

Nuestra tarea en la revista esta organizada por áreas de trabajo, donde cada uno desarrolla su propio objeto de estudio, de observación y publicación, siempre en articulación con el resto de las áreas. Los ámbitos se constituyen por las diferentes experiencias académicas, profesionales, laborales y culturales de cada uno de los integrantes del espacio, marcados todos por una fuerte vocación militante. El espacio es abierto a la participación sin restricción etárea, académica ni ideológica, y las convocatorias se organizan de forma mensual para conservar la articulación de la dinámica de trabajo.

Trabajamos por un saber militante, un saber que actúe y un sujeto que transforme la realidad de nuestro pueblo.

Deseamos contribuir con algunos elementos y herramientas con estos trabajos y esperamos sus comentarios, iniciativas y contactos.


lunes, 15 de agosto de 2011

BEATRÍZ SARLO: LA AUDACIA Y EL CÁLCULO


Las palabras no son gratuitas, no pueden tirarse a la mesa con liviandad, como quien tira un cuatro de copas en el truco; conllevan en sí mismas una carga, una intencionalidad definida. La palabra es acción, tanto en el habla de todos los días como en ciertos géneros discursivos. Beatríz Sarlo lo sabe muy bien. Su trayectoria como reconocida ensayista y crítica literaria permite intuirlo. De hecho no es la intención de esta nota calificar su faceta de crítica, teórica, investigadora y / o docente de literatura, ya que en esos roles no tiene una sola mancha; nadie que estudie literatura puede negar la importancia de su figura, de su aporte. El problema se presenta cuando a Sarlo se le sale la cadena y pretende darse aires de analista política. En esa faceta hace agua por todos lados.
            La audacia y el cálculo pretende ser una suerte de Pizza con champán. El problema es que, allí donde Silvina Walger acertaba, Sarlo le erra muy mal. Este no es un libro sobre Néstor, no señores. Este es un libro sobre Carlos Saúl. Todos los (des) calificativos que le endilga al gobierno de Néstor –y sobre todo a Néstor mismo- deberían haberle correspondido al riojano. Sarlo erró: le cambiaron la cara y la época. Walger comprendía la coyuntura. Sarlo no.

            Pero empecemos por el principio, es decir, por todo lo que rodea al texto. Lo que se llama paratexto (portada del libro, contratapa, etcétera) muchas veces nos proporciona una pista sobre lo que uno va a leer. Y en este sentido, Sarlo y la editorial aciertan: si nos dejamos guíar por todo lo que rodea al texto, uno puede llegar a la rápida conclusión de que el público que comprará el libro no simpatiza ni simpatizará jamás con todo lo que Néstor fue y es. Más bien todo lo contrario: quien compra La audacia y el cálculo es un lector anti K (para entrar en clima, no viene mal utilizar una terminología acorde a los medios que le pegan al gobierno). Desde el título mismo ya se presentan problemas; pensemos en los términos: la palabra audacia –a priori- puede ser pensada como elogiosa, pero la palabra cálculo… mmmm… hace un ruido… no es un elogio. Si leemos los adjetivos que, extraídos del texto, llenan la contratapa, podemos ya estar muy seguros de que La audacia y el cálculo es un título lleno de malicia. Según Sarlo, Néstor es

“Despótico, decidido, autoritario, valiente, rápido, ambicioso, sectario, inteligente, hipócrita…”

Algunos de estos adjetivos parecen elogiosos, sí. Pero no se engañe, amigo lector, porque esa es, justamente, la estrategia utilizada por Sarlo a lo largo del libro: ella es audaz y calculadora para dar y luego quitar. Es tramposa. Aquí todo es artilugio, mentira, falseo de la realidad. Todo es lectura mal intencionada, tanto de la política como de la figura política que trata. La audacia y el cálculo son simples en este libro: por momentos Sarlo recurre a la descalificación lisa y llana: ya desde las primeras líneas descalifica: “’Empecé mal el día: la vi a Sarlo en el bondi’” (…) Yo no empiezo mal el día si me cruzo con un kirchnerista en el subte” o bien “Cuando Cristina Kirchner se pone coloquial, se vuelve inevitablemente vulgar” (como si cruzarse con un kirchnerista en el subte fuera condición suficiente para empezar mal el día, o como si Cristina no fuera capaz de hablar en forma coloquial sin, por eso, perder sagacidad e inteligencia… en fin, para Sarlo todo lo que tiene un poco de aroma a pueblo sencillamente apesta. No la veo comiendo restos de guiso rascado de una olla popular. Quizás le vendría bien entubarse un buen chori en la Plaza de Mayo). En otros momentos Beatríz recurre al elogio disfrazado; esto es: Néstor es decidido… para desligarse de la figura de Eduardo Duhalde; Néstor es inteligente… para evaluar lo que conviene venderle al pueblo para que el pueblo lo compre. Y así siempre: cada “elogio” es en realidad una descalificación.

            Incluso pone en tela de juicio cuestiones que este gobierno erigió como sagradas: dice sobre la ropa de Cristina


La presidenta cultivó, hasta la muerte de su marido, la preferencia por lo vistoso, siempre en el borde de la exageración. Quisiera que los siguientes calificativos fueran leídos descriptivamente: abigarrado, ampuloso, barroco, pesado, falto de claridad conceptual, demasiado engamado o de un cromatismo chillón. Así se vistió, hasta la muerte de Kichner, el cuerpo ceremonial del Estado. El estilo es más recatado pero no menos rutilante que el de las estrellas

¿Con esto acaso quiere decirnos Sarlo que el hecho de que la presidenta guarde luto por su marido puede ser leído como un gesto oportunista? ¿O tal vez como Otra mentira K? Esta lectura (que no es original, ya que es la misma que hizo otra detractora furiosa del gobierno, como Elisa Carrió), puede ser tildada –por lo menos- de irrespetuosa… por no decir paupérrima y merecedora de repudio. No contenta con esto, Sarlo (que piensa mal y no acierta) en su lectura errónea del fenómeno kirchnerista, llega incluso a afirmar que la conciencia histórica a caballo de la cual este gobierno realiza una política sin precedentes en el campo de los Derechos Humanos, también es una cuestión de audacia, oportunismo y cálculo lleno de cinismo; Beatríz Sarlo afirma que Néstor jamás se había acordado de los Derechos Humanos antes de ser presidente de la Nación, y que utilizó a las Madres y a la ESMA como símbolos perfectamente elucubrados gracias a los cuales podía detentar poder. Lo dice con una liviandad pasmosa. Como si las palabras fueran gratuitas. Como si detrás de la política de Derechos Humanos no existiera una ideología que se defiende con uñas y dientes, en la plena conciencia de saberse –Néstor y Cristina- parte de una generación, en parte, desaparecida por el terrorismo de Estado. El tono general del libro es este que se muestra aquí. Sarlo separa al Néstor gobernador de Santa Cruz del Néstor Presidente de la Nación, como si fueran el Doctor Jeckyll y Mr. Hyde.

            Hoy, gracias a los Kirchner, podemos creer en la política. Podemos pensar, sin que suene descabellado, que la política no es una mala palabra. Que un representante puede representarnos de verdad. Que la palabra es acción, y que tanto una como la otra pueden ser hermosas para el Pueblo cuando sus consecuencias son positivas. Néstor y Cristina nos enseñaron que un político puede aplicar a la acción política la rectitud con la que se manejó en toda una vida de militante.

            De Sarlo sólo sabemos que no entiende nada. O no quiere entender. O no le importa. En todo caso, ella misma lo dice al final del prólogo al libro: “Voy a votar recordando lo que aca dejo escrito”. Está bien Beatríz, ya sabemos que no sos kirchnerista. Los que lo somos, votamos recordando lo hecho, y esperando por más acción. Y algunos de nosotros leímos tu libro, justamente para concluir en una certeza hermosa: “Si Sarlo me dice que el kirchnerismo es una cuestión de audacia y cálculo, entonces tengo que seguir bancando a este modelo nacional y popular. Más que nunca”

La nueva política laboral en Argentina



El pensamiento económico neoliberal, atribuye a la regulación de las relaciones laborales que tienden a proteger a los trabajadores, el efecto de elevar los costos laborales, desincentivando a las inversiones e impactando en forma negativa sobre la competitividad empresarial y la economía en general. Este fue el pensamiento que prevaleció en la Argentina durante la década del 90’, en la cual se sancionaron numerosas leyes y decretos que modificaron el marco regulatorio de las relaciones laborales, con el objetivo de reducir los costos laborales para los empleadores. Por ejemplo, el establecimiento de una nueva modalidad de contratación  “por tiempo indeterminado”, significaba menor cobertura y estabilidad para el trabajador, no correspondencia de indemnización en caso de despido y desincentivo a la inversión en capacitación, factores todos que contribuyeron a una precarización laboral.
Más que para favorecer al empleo, estas políticas sirvieron solamente para elevar la ganancia empresarial, mientras se desprotegía al trabajador. De hecho, los niveles de empleo evolucionaron negativamente y se agudizaron con la crisis de 2001, llegando la tasa de desempleo a un nivel de 25 %. La informalidad laboral no disminuyó y las personas desempleadas quedaban en una situación de marginalidad total. Todo esto hizo virar la visión sobre el trabajo en la Argentina. La elevación del trabajo como factor de inclusión social es uno de los ejes del pensamiento del gobierno kirchnerista. Desde esta concepción, el trabajo no es sólo la forma de obtener ingresos para la parte de la sociedad que no posee otros bienes que su fuerza de trabajo, sino que es al mismo tiempo el medio por el cual el trabajador se desarrolla socialmente; una efectiva inclusión requiere entonces de que el trabajo se desarrolle en condiciones dignas. Es por esto que se requiere un rol activo del estado en el mercado de trabajo, para asegurar las condiciones de cantidad y calidad del empleo.
En el análisis de las actuales políticas de empleo en la Argentina, se pueden distinguir varios niveles. Un primer nivel es el de las políticas de empleo en sentido amplio, es decir el conjunto de intervenciones del Gobierno Nacional que inciden en la cantidad y calidad del empleo. Expresión de este nivel son la restitución del  salario mínimo vital y móvil y las negociaciones colectivas de salarios sumadas a todas las políticas de impulso a la actividad económica. Un segundo nivel de análisis es el de las políticas de mejoramiento del mercado laboral. Estas tienen el objetivo de incrementar el capital humano y generar una oferta de trabajo acorde a las necesidades de la demanda empresarial. Las leyes de Educación Técnica, de Financiamiento y Educación, los programas de capacitación sectorial y territorial, de apoyo a la finalización escolar, de formación en base a competencias y el establecimiento del Seguro de Empleo y Capacitación son reflejo de una posición activa del Gobierno en este rol. Un tercer nivel de análisis es el de las políticas de empleo particulares entendiendo por ello, al conjunto de acciones tendientes a reducir las desigualdades a grupos particulares de trabajadores, en su posibilidad de acceder a un empleo o mejorar la calidad del mismo. Por ejemplo, la sanción de la Ley 25.239 de seguridad social para el servicio doméstico o la ley de corresponsabilidad gremial para los trabajadores rurales estacionales y los pequeños productores. Finalmente se encuentran las políticas de enfoque social que se dirigen directamente a personas en situación de vulnerabilidad como los programas  “Argentina Trabaja”, “Ingreso social con trabajo” y “Manos a la obra”.

Vale la pena entonces hacer un resumen de las medidas más importantes de los dos gobiernos kirchneristas:

·         Aumento del salario mínimo, vital y móvil, hasta alcanzar valores que quintuplican los de la década anterior.
·         Aumento de las asignaciones familiares.
·         Aumento salariales de suma fija, luego incorporados al salario.
·         Prorroga de la doble indemnización hasta que la tasa de desocupación bajó a un digito.
·          Derogación de la ley de Reforma Laboral del año 2000, por la ley 25.877/2004, llamada de Reordenamiento Laboral. Entre otros cambios favorables a los trabajadores, se reestablecen las negociaciones salariales por Comisiones Paritarias.
·         Modificación de la ley de quiebras, volviendo a reconocer a los jueces laborales para entender en los reclamos de los trabajadores ante las empresas concursadas o quebradas (anteriormente en manos de la justicia comercial).
·         Limitación de las facultades del empleador. Mediante la ley 26.088/2006 se reestablece al trabajador la posibilidad de reclamar que se mantengan las condiciones pactadas con el empleador, en caso de modificación unilateral por parte del mismo.
·         Derogación del decreto 1772/1991, que permitía a buques argentinos utilizar otros pabellones y así aplicar normas laborales más flexibles, vigentes en otros países.
·         Jurisprudencia favorable a los trabajadores. Tanto por parte de los jueces laborales, como de la Corte Suprema de Justicia a partir del cambio de sus integrantes.

Por último, un completo análisis de las políticas de empleo debe poder identificar los resultados de ellas. En este sentido, cabe destacar que la tasa de desocupación se redujo desde 2003 a la actualidad de 19,1 % a 7,4 % y la de subocupación (los que trabajan menos de 35 horas semanales) bajó de 17,8 % a 8,2 %, gracias a la creación de más de tres millones de puestos de trabajo. La tasa de informalidad bajó de 49,9 % a 34,1 % y los salarios reales del nivel general crecieron desde Junio de 2003 a la actualidad un 167 %, equivalente a una tasa anual de crecimiento del 20 %.

John William Cooke Apuntes para la militancia completo


En 1964, a nueve años del “golpe imperialista” de 1955, John William Cooke escribe sus Apuntes para la militancia. Cooke era una palabra más que autorizada para hablar sobre militancia, desde su lugar de representante que el mismo general Perón le había asignado:

Al Dr. John William Cooke
Buenos Aires
Por la presente autorizo al compañero doctor Don John William Cooke, actualmente preso por cumplir con su deber de peronista, para que asuma mi representación en todo acto o acción política. En este concepto su decisión será mi decisión y su palabra la mía.
En él reconozco al único jefe que tiene mi mandato para presidir a la totalidad de las fuerzas peronistas organizadas en el país y en el extranjero y sus decisiones tienen el mismo valor que las mías.
En caso de fallecimiento, delego en el doctor don John William Cooke el mando del movimiento.
En Caracas, a 2 días de noviembre de 1956.
Juan Perón.


Al momento de escritura de este documento, el peronismo estaba proscripto. Si bien la autodenominada Revolución Libertadora había dejado el poder en 1958, había logrado su cometido: prohibirlo. En las elecciones de 1958 y 1963, el peronismo como tal no pudo presentarse. Su líder –exiliado en España- movía hilos desde allí, dirigiendo desde el exterior a sus fieles. Así fue como los peronistas cumplieron órdenes del General: primero votar a Frondizi, luego votar en blanco. Las elecciones de 1963 contaron con un porcentaje de votos en blanco inédito en la historia argentina. Así las cosas, en 1964, el peronismo era una masa de hombres y mujeres sin jefe. Entonces Cooke, desde el lugar que ocupa, se pregunta lícitamente ¿Cómo sería posible seguir militando en estas condiciones? ¿Es posible? ¿Qué es lo que debe modificarse para hacer esto posible? ¿En dónde se encuentra hoy el peronismo, y en dónde debería encontrarse en el futuro? ¿Cómo les devolvemos a los muchachos peronistas la esperanza de seguir caminando en la senda del peronismo? Para responder estas preguntas es que escribe los Apuntes para la militancia. Su postulado e intención en el texto son claros: la teoría política es necesaria para entender la naturaleza del peronismo, porque nos ha marcado de una vez y para siempre como país. Es una necesidad imperiosa entender el alcance de dicho fenómeno social; se trata de intentar comprender, con la distancia y la objetividad que otorgan nueve años, de qué se trata el peronismo, de dónde venimos, hacia dónde vamos sin peronismo y, sobre todo, hacia dónde deberíamos ir si pretendemos que otro gobierno peronista sea posible como realidad.  En los Apuntes  Cooke afirma:



Seguros de nuestra propia fuerza y razón, durante la tiranía militar, aun en sus períodos más sombríos, la reconquista del poder nos parecía próxima e inexorable. A nueve años del golpe imperialista (de 1955) ese optimismo ingenuo ha cedido su lugar a otra actitud más realista y reflexiva, aunque siempre poseída del optimismo.
El origen del descontento no es por lo tanto la violencia del régimen, sino las sospechas sobre la aptitud del Movimiento para doblegarlo. Los presos, los torturados, los muertos, las innumerables jornadas de combate, testimonian nuestro coraje ante la adversidad: también despiertan interrogantes sobre si no estaremos malogrando tanto sacrificio.
Hay muchos de nuestros compañeros que relegan esas inquietantes intuiciones, resistiéndose a admitir el deterioro de las viejas certidumbres. Otros se tranquilizan oponiendo la convicción de que, pese a todos los obstáculos, a la larga el pueblo vencerá. Pero este fatalismo optimista no es más que otra forma de autoengaño: nuestros compromisos son con esta época, sin que podamos excusarnos transfiriéndolos a generaciones que actuarán en un impreciso futuro.
La historia no es nítida ni lineal ni simple, la Argentina de hoy es un ejemplo de sus complicaciones y ambigüedades. La presencia del peronismo impide que las clases dominantes gocen tranquilamente de sus privilegios usurpados: es por sí misma, la prueba de la decrepitud del régimen, de su ineficacia para resolver los problemas del país (nota: aunque habría que considerar sus formas de prolongación y reciclamiento para mantenerse).
La inquietud prevaleciente responde a la impresión de que nuestros objetivos finales se hallan en una brumosa lejanía que nuestros esfuerzos cotidianos no parecen acortar. Dicho de otra manera: entre los anhelos de tomar el poder y los episodios de nuestra lucha, no se ve la relación de una estrategia que avance hacia los objetivos últimos. Se organiza lo táctico, pero sin integrarlo en una política que, por arduo que sea el camino que señale, presente la revolución como factible, como meta hacia la cual marchamos. No más que eso necesitan las masas, pero no con menos se conformarán.[1]

Las masas no sirven si no se unen en torno a un objetivo común. La masa amorfa no puede realizar nada, es un cuerpo sin vida, sin sangre. Cuando un grupo de personas se reúne, tiene que tener un objetivo que lo anime. Eso plantea Cooke: el peronismo –con su líder natural exiliado- se quedó sin padre; sus hijos se repartieron por aquí y allá, como desorientados. Bueno: es hora de reunir a la familia peronista. Por planteos como este es que Perón lo designa como su representante en el país, y como sucesor suyo en caso de muerte. En 1964 era necesario imponer políticas de acción (como la lucha armada, si fuera necesario) en pos de lograr que el General volviese al país. En 1964 era necesario imponer políticas de 1964. El “fatalismo optimista” no conduce a nada, sino que es eso, un fatalismo. Es decir: quedarse en el optimismo es fatal, es facilista, es peligroso en el sentido en que conduce a la comodidad de esperar que hagan otros lo que debería hacer uno mismo. Cooke no hace más ni menos que retornar a un pedido de Evita: el de no dejar en pie ni un ladrillo que no sea peronista (objetivo para el cual cada compañero se armará para defender al padre de la Nueva Argentina, si fuera necesario). Según Cooke, el Pueblo peronista
Tiene ante si una opción entre dos líneas de conducta. Puede mantener la actual, confiando en que de alguna manera imprevista llegará al poder y se iniciará así el milenio peronista, concepción burocrática. O puede plantear la cuestión a la inversa: comprender que el futuro del Movimiento no está en acertar una tómbola sino en movilizar al pueblo en una política revolucionaria. La casualidad que nos regale el gobierno y nos garantice el futuro no se dará. Lo que sí podemos hacer es encarar los cambios internos de fondo que nos pongan en condiciones de aspirar al poder (…) El Movimiento exige una política en que se conjuguen las ideas, la práctica y la organización revolucionaria, en que la búsqueda de los objetivos finales se armonice y complemente con las variantes tácticas y operativas capaces de dar respuesta a cada coyuntura[2].

         Claro que la lucha armada para reestablecer el poder al General era necesaria en 1964. No hay que olvidar que John William Cooke escribió sus Apuntes inserto en un contexto social muy distinto del actual. En 1964 gobernaba Arturo Illia, figura de la UCRP[3] que había subido al poder con el peronismo proscripto; es decir, un gobierno no peronista. Cooke afirma que el Pueblo tiene vocación de poder, pero que “No ha logrado (…) dotar a esa vocación de poder de una práctica eficaz”[4]
 Hoy son días en que el poder no necesita de armamento para legitimarse, ya que esa “práctica eficaz” que Cooke reclamaba se ha logrado. La inmensa mayoría del Pueblo se ve representada por la figura de Cristina. Desde el 2003 nos gobierna un peronismo de izquierda, el cual tomó de Cooke más el espíritu que la literalidad. Mientras las bases gocen de buena salud, no son necesarias las armas; tampoco –creo- serían necesarias si el gobierno viera amenazada su continuidad. Entre 1964 y 2011 el Pueblo sufrió dos dictaduras y, se ve, en el camino aprendió. Fue necesario –parece- llegar al más inhumano de los extremos para que la mayoría del Pueblo se fortaleciera. Nos gobierna Cristina, es decir, la generación de nuestros padres, la generación que quisieron desaparecer. Los generales nunca imaginaron una coyuntura como la actual, en la cual somos gobernados por militantes. Los dos últimos gobiernos derrocados estaban debilitados desde la base (caso del gobierno de Illia, un dirigente honesto, pleno en buenas intenciones, humilde, capaz y con principios firmes, quien seguramente en otra coyuntura política hubiera completado su gestión, pero que se vio anulado en un contexto de peronismo proscripto, de Fuerzas Armadas y hasta de medios de comunicación detractores que detentaban más poder que el gobierno mismo. Todo eso estaba en su contra, y desemboca en el golpe de 1966) o bien debilitados por el tiempo y la muerte del líder, y por la ineptitud de su vice presidenta, como fue el caso del gobierno de Isabelita.
Hoy en día el contexto es absolutamente distinto. Desde ya, que nos gobiernen personas que fueron y siguen siendo militantes es una muestra de que hemos aprendido de nuestra historia. Hoy la militancia de los ’70 tiene su continuidad hacia arriba (con parte de esa generación gobernando el pais) y hacia abajo (en tanto vemos florecer mil flores militantes, que serán el futuro de la Argentina). Es un contexto en el cual comparten ideas ambas generaciones: la de los padres y la de los hijos. Ambos se sienten representados. Los padres ven en Cristina a una compañera. Mientras que, para sus hijos, Cristina no solamente es compañera, sino que –junto a Néstor- es la figura que les permitió volver a creer en la política en tanto representación de un pueblo. Los hijos, nacidos en los ’80, forman parte de una generación malcriada por la democracia ¿qué quiero decir con esto? Que los gobiernos que siguieron a la recuperación democrática fueron tan nefastos que provocaron que toda una generación viera a la política como una mala palabra, encarnada por personas a las cuales, en algunos casos, ese mote les quedaba demasiado grande. Personas que desprestigiaron una historia, que desmantelaron un pais. Hoy, eso cambió: desde el 2003 se habla de política, se discute sobre política, se cree en una figura, pero más que nada en un proyecto de Nación a largo plazo.  
         Cooke realiza en su texto una reseña histórica exhaustiva para que comprendamos de dónde venimos. También analiza muy bien ese fenómeno social, cultural y político llamado peronismo. Incluso, en 1964, con su insistencia en la necesidad de armarse, predice lo que pasaría en los años ’70. Es una pena que él haya muerto en 1968. Seguramente, si viviera hoy, sería un gran analista de esta hermosura que vivimos como Pueblo, y que se llama, también, peronismo. Y, también seguramente, sonreiría satisfecho por este presente.

         En Buenos Aires, a 23 días del mes de junio de 2011. A dos días de que Cristina haya anunciado su candidatura para otros hermosos cuatro años. A ocho años de haber tomado conciencia de estar formando parte de la historia. No es poco. Por suerte, todavía falta.